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Mostrando entradas de junio, 2010

Mil palabras

Hay una parte de mi cama que no duerme. No es una huelga declarada, es más bien un paro espontáneo, tan cardíaco como un infarto, porque le sale del corazón y de los muelles. Así que para combatir su insomnio hace pasar las noches junto a mí un rebaño de ovejitas. Que al principio, cuando se cierran las cortinas de la vía láctea, me ayudan a dormir, que a la mitad me despiertan y entretienen con sus sueños de oveja que quiere ser androide, que más bien llegando al final ocupan mi lado en busca de hierba fresca. Hay una parte de la cama que no duerme, y a mí la mañana me encuentra en el suelo día sí día también. Que del suelo, por cierto, sólo queda la mitad. Pero no porque esté cortado con sierra ni nada similar. Está cercenado de tal manera que no me pueda librar del ajedrez matutino y que de cada dos pasos en uno deje de hacer pie y me convierta en submarinista sin remedio hasta el piso de abajo. El tiempo que no estoy cayendo, me duelen los pulmones de tanta apnea, y siempre tardo u...